Acabo de recibir una noticia muy triste, pero al mismo tiempo liberadora para mi alma, de una persona que tenía desde hace años en el olvido: Ha muerto. Ahora debe buscar su lugar entre sus seres queridos en otras dimensiones. Si hablo del alma solo hay una persona que tenía libre acceso a ella, pero no diré su nombre, prefiero guardarlo en el anonimato. La recuerdo en sus mejores años, cuando los dos éramos jóvenes. Hermosa, quizá la más bella. Cuántas historias vividas juntos, cuántos caminos recorridos, cuántas experiencias se llevó con ella al universo infinito. Fue un privilegio conocerla. Era una gran persona. La vida, en diferentes momentos y etapas, se encarga de guiar nuestros pasos como si fuéramos autómatas; nos dejamos llevar. Si en vez de dejamos llevar impusiéramos nuestra voluntad, no todas las cosas que hicimos las hubiéramos hecho. Pienso mientras escribo en ella, esa persona de dulce mirada y voz entrecortada; siempre la consideré algo propio, parte de mis sentimientos. Daría lo que no tengo porque las cosas... Viviendo a su manera, amando en su silencio le corrió su vida. Ahora, recordando nuestras edades, creo que ninguno de los dos fuimos sinceros. Vida de dos. Nacimos bajo influencia de la santa poesía. Poesía que nunca se explicó. Nuestra vida hubiera sido otra de haberse explicado a tiempo; lo hizo cuando era demasiado tarde. Poesía interesada sin motivo aparente. (Persona sin nombre: descansa en paz. Hoy regresaré al lugar donde los dos quisimos volver algún día).
No hay comentarios:
Publicar un comentario