Pudiera ser una joven hermosa, una mujer y un pasado oscuro cuestionado por la sociedad, un extranjero o una pobre viuda (que viudos no hay). Pudiera ser yo. El asunto es bien fácil: pudiera ser cualquiera, porque todos somos iguales y vamos en el mismo barco, pero no, nadie es el elegido. Y tal parece que ese barco se llama Titanic. El futuro, porque hablo del futuro, es tan incierto que no responde a un perfil determinado. Un economista, por decir, solo sabe lo que sucederá hoy en el mercado de valores mañana; como mañana sabrá que la prima de riesgo permanece sin cambios en los 427€ hoy. Nadie sabe qué sucederá mañana. Y eso no complace a nadie. El humano ser por naturaleza se subleva ante las injusticias. Pero, cuáles son esas injusticias ¿? Cuando ya la sabiduría no es capaz de predecir un futuro inminente algo nos dice que está lloviendo a cantaros y que el embalse está apunto de desbordarse por tanta agua. (Queda confirmado que los grandes problemas de la sociedad actual son el azote principal de lo que acontece hoy en día en la economía de mercado, la ley de la oferta y la demanda. O sea, la salud mental).
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