"Las palabras están ya muy gastadas, se han reutilizado demasiadas veces para envolver el vacío o rellenar fosas llenas de patrañas, pero, en ocasiones, cuando caen en manos de alquimistas con un don para extraer de ellas su esencia y su verdad y su belleza, se funden dos o tres o cuatro o diez que nunca se habían visto antes y se produce un chispazo en una línea o un párrafo o una hoja o un libro que ilumina una página, un instante, una vida. Tu vida, la mía, la nuestra". Tino Pertierra.
Un amigo escribe de las palabras desgastadas por exceso de uso. Él sabe, es periodista y escritor. Pero más que todo eso es un amigo. Un amigo que dice Sí... Cuántas veces hemos salido por esos mundos de Dios en busca de la felicidad. Salimos de nuestro mundo con el objetivo de encontrar otros mundos y otras gentes, otros pensamientos con nuevos sentimientos. Alguien que nos proporcione un visión diferente de las cosas, una ilusión (oh, desilusión) y nos llevamos otra decepción. Lo verdadero es que estamos obligados a buscar la felicidad fuera de nosotros. Felicidad caprichosa. La felicidad nos da cita como si fuera un dentista (ay, aún me duele, dentista traidor) para tomar café, para conversar, para disfrutar de una puesta de sol o respirar la fragancia del azahar. La felicidad es una mujer, y es coqueta. La felicidad es quizás una disculpa, un cómplice, que a veces nos acompaña para cometer una travesura. La felicidad es leal, y nos da la mano aún cuando le somos infieles (vanidad de vanidades, don Antonio Machado). Es tan leal que nos recibe con los brazos abiertos cuando la tristeza se apodera de nosotros. La felicidad también es solidaria, entiende como nadie de compañerismo. Tan comprensible ella, tampoco es celosa, nos deja libres para ir y venir a donde queramos, para elegir y hacer. La felicidad ni más ni menos es la soledad a las puertas del silencio. Naturalmente hablo de literatura, creación literaria, y de hacer pensar, de sonreír tal vez en un descuido a gente que pasaba por allí, por aquí, por donde sea... qué más da. Por una sonrisa tuya... porque me dijeras ven... porque nuestras vidas volvieran a encontrarse en el camino. La felicidad es asunto de cada cual. Y puede ser la mayor mentira que seamos capaces de creer. Lo cierto es que nada ni nadie puede dárnosla. De ahí que haya que salir a buscarla.
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