"Lo peor que me puede pasar en la vida es ser una persona mediocre". (Ian).
No sé de dónde pudo sacar el enunciado adulto de arriba que, sin un porqué, le soltó a su madre después de apearse de su mundo ausente. Quizá de algún libro, y no infantil. Hablo de Ian: cuando baja las escaleras de casa y sale a la calle aparece sobresaliente. Qué inquietante resulta ver como la presunción reconcome el pensamiento de un niño juicioso las veinticuatro horas del día. Ian piensa en el futuro y se plantea diversos escenarios desacordes para su edad. Teme ahogar sus sueños o convertirlos en práctica habitual. Ian es como la raíz de un árbol que mientras profundiza y se extiende bajo la superficie de la tierra, es altamente sensible a lo ordinario y no necesita combatir la mediocridad. Ian no es fiasco ni vulgar. Como un libro abierto es igual a otro, a él no le incomoda parecerse a nadie: vive como piensa. Hay muchas maneras de ser igual, como la mayoría, pero muy pocas de ser diferente. Pronto conocerá el porvenir que le espera y no pienso en la forma de hacer sentir contento al güelu, pienso que, cuando se entere la gente que es diferente, antes o después los asustará y le tendrán miedo.