"Cuando tenga un minuto te aviso y tomamos café". (Fue cuando me di cuenta de que moriría sin tener algo contigo). Sus asuntos inaplazables y su calculadora agenda. Aquella mujer como los perros se mordía la cola a causa de la ansiedad y el rechazo a los demás. El tiempo solamente desespera a quien espera. Pasó el tiempo y no tomamos café, ni nos volvimos a ver. Un café y unas pastas de té. (El café corre de tu cuenta, de la mía las pastas de té. Yo te quería: esa será tu pena). Las prisas y la necesidad de hacer tantas cosas. A veces el tiempo se aprovecha mejor haciendo nada; era joven y se dejó llevar por los halagos sin pensar lo que estaba perdiendo. Si hubiera escuchado a su corazón y no a sus cobistas se habría hecho un gran favor. No se detuvo ni preguntó lo que sabía. Sabía el porqué y podía haber elegido. La decisión correcta era la más sensata y humana. Pero optó por la venganza y alimentó de odio el amor. El amor murió. La jefa -joder dona, qué mal suena la jefa, aunque para ella todos los días era Fiesta Nacional: ¡señor, sí señora!: tanto orgullo no fue sano y su mente enferma dio en loco. Fue entonces cuando comenzó a hacer uso del abuso de poder. Nunca llegué a comprender a aquella mujer: La jefa. El abuso de poder cronificó el odio, apareció el espanto y el miedo a la muerte. Lo que sube baja y cuentan que bajó de golpe, se estrapalló contra el suelo y ya hay quien teme lo peor... (Mandela dijo: "Yo no pierdo, o gano o aprendo"). Gracias.
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