La sabiduría del pueblo sentencia: "no hay peor ciego que el que no quiere ver". Después de un profundo análisis acerca de los anuncios en las redes sobre una visión molona de apreciar la cultura, quizás el mayor logro político conocido, un libro no está ni quien lo ilustra. Un político perdió el sentido de la realidad, encontró la apatía que provoca el abandono, los prejuicios y lo convirtió en rutina. ¡Bravo!. Pero hay más: dejó la biblioteca en manos del amigo listo de su infancia y este la sacó por la puerta trasera de la memoria. No se volvió a anunciar en las redes, ni se trató con indolentes censores y peor: se desconoce el porqué en el lavadero municipal. Con lo que se aclara la duda en el poema que desprecia el que puede cambiar una vida de penurias por otra capaz de llegar a final de mes más o menos. ¿Sí o no? Aunque volviéramos al amor puro para ver con fervor la revelación de Halloween, víspera de Todos los Santos, los fieles difuntos, los mártires, incluyo los inmortales, no, no vuelvas. Desconfiada, incrédula, sospechosa, indecisa, consternada, temerosa, así anda la colindancia cercana después de que, al fin, un político se haya atrevido a hacer lo que políticos anteriores no han reconocido, explicado, justificado, siquiera publicitado en las redes: "La cultura ha muerto". (No en vano los votantes se desentienden de la política). Gracias (de nada).
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