Una historia Zen cuenta que un ganadero despertó una mañana y descubrió que su único caballo se había escapado. Al enterarse de la noticia, un grupo de vecinos se acercaron a visitarlo.
-"Qué mala suerte haber perdido tu único caballo", le dijeron.
-"¿Mala suerte? Puede que sí o puede que no", respondió el ganadero.
Al día siguiente, el caballo no solo había regresado, sino que traía dos caballos salvajes.
-"Qué buena suerte tienes" de nuevo los vecinos. "Ahora tienes tres caballos".
-"¿Buena suerte? Puede que sí o puede que no", respondió el ganadero.
Esa misma tarde, el hijo mayor del ganadero decidió que intentaría domar uno de los caballos salvajes. Pero el animal se resistió y lo tiró al suelo: el muchacho terminó con la pierna rota.
-"Tú hijo mayor, tu mano derecha, ahora no puede ayudarte" le comentaron los vecinos, añadiendo: "qué mala suerte"
-"¿Mala suerte? Puede que sí o puede que no", respondió el ganadero.
A día siguiente, un grupo de militares llegó hasta la pequeña aldea donde vivía el ganadero. Estaban buscando jóvenes para integrarlos al ejército ya que pronto estallaría una guerra. Pero ver al hijo del agricultor con la pierna rota, siguieron su camino. "Vamos a la próxima casa, porque este muchacho no nos sirve", dijeron.
-"Tú hijo se ha librado de ir a la guerra gracias a su pierna rota". "Qué buena suerte tienes" y dale con los vecinos.
-"¿Buena suerte? Puede que sí o puede que no", volvió a repetir el ganadero.
Dos lecciones podemos obtener de esta historia. La primera, que desde la creación existen vecinas y vecinos chismosos a quienes les encanta la vida de los demás. Y la segunda, y más importante, que ninguno sabe lo que una situación presente le puede deparar en el futuro. Por mi parte, decir que nada ocurre por casualidad, mi experiencia me dice que hay que estar más cerca de la escuela budista Zen que de la Ley de Murphy, de la esperanza que del desánimo, del futuro compartido desde la unidad familiar, la amistad y el amor que de un presente con sus miserables acontecimientos, porque el sentido absoluto de la verdad que emana de una traición solo conduce a una mentira o a la más absoluta tiranía de la mente. En ocasiones así conviene tener calma, y darle tiempo al tiempo para no edificar sobre falso o veremos de nuevo desmoronarse nuestra obra. (Y porque nadie ríe cuando llora el alma, no es necesario que vuelvas, ya estoy contigo. Como todas las noches).