jueves, 28 de febrero de 2013

La fuerza del amor

... y entonces, ni tú ni yo seremos ancianos desmemoriados y débiles... Amor.

En esta situación, siempre en campaña, todo es una guerra de interpretaciones de los sentimientos... Claro, tú como yo, sabemos más que eso.

En este quítate tú para ponerme yo, para el mundo exterior, el que sufre siempre tiene la culpa y nunca la razón... Claro, tú como yo, sabemos más que eso.

El desfogue de los sentimientos no se dilucidará como un tema banal, sino que se mantendrán en el candelero del tiempo como diluvio hasta la primavera... Claro, tú como yo, sabemos más que eso.

El desamor destruye a la gente que, desmemoriada, espera el alimento divino, dado que, por tradición, somos gente que aprendió de la calle: Si te dan, coge; si te dan a elegir, escoge... Claro, tú como yo, sabemos más que eso.

El desastre natural sigue nublando el horizonte con vientos fríos del norte y lluvia que vienen de tormenta, y aunque hoy puede ser un gran día, que diría el Serrat, tampoco lo será. ¿Será que hasta en la suerte existen desastres naturales que benefician al destino? Ni tú ni yo nos sorprenderíamos si así fuera, ¿verdad que no? Aunque duela el alma, nuestra propia naturaleza se opone a que tú y yo seamos iguales. Quizá sean cosas mías, pero me socorre el convencimiento de que este contraste en nuestras vidas, dolorosamente agravado en días con vientos fríos del norte, determinan la tristeza de quien espera el advenimiento del deseo nacido de manera casual entre los dominios de la palabra. Y sí, claro, tú como yo, sabemos más que eso, así que, cuando seamos ancianos, y antes de que llegue la razón y se siente a cenar el buen juicio, sin darnos cuenta, nos encontremos desnudos frente a frente, y no será voluntad divina... La fuerza del amor.

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