Me duele tu silencio,
me duele todo lo que me niegas,
me duele y me hiere más que el olvido.
Y como estamos en fiesta sin guardar,
porque sé que a ti te afecta tan negativo
como a mí,
te felicito en tu día con una canción
y un brindis
(el vino corre de mi cuenta).
Es una canción de mentiras,
de alguien que ha mentido;
una canción que un trovador canta
a los vencidos heridos del amor.
Yo te escuché escondido
cerca de las buenas noches,
donde los sueños se hacen realidad
y los dolores duelen menos.
¿Dónde ahora tu silencio?
¿Dónde tu sonrisa?
¿Dónde tú,
coleccionista de decepciones,
de amores sin consuelo?
¿Qué puedo hacer para que de nuevo bebas las
mieles del amor
y me consideres tu idéntico?
Lamento que te hayas hecho una mujer
respetable después de ser poesía.
Por ser luz en mis desvaríos.
Por ser mi bálsamo inmoral.
Por ser mi última
palabra.
Mujer sin desmanes,
dormida en el silencio,
oscura de misterio,
es un sinsentido imaginarte después de
haberte conocido...
Con una página abierta para la
historia
y a tu salud,
hoy brindaré por ti con buen vino.
Per què lluitar pel que mai serà teu?
Que nadie piense que más allá del
silencio está el olvido... O que existe un abismo donde la fuerza de una
realidad incontrolable atrapa con crudeza las ondulaciones de la
sutileza, las imágenes místicas del ensueño, las brumas de un mar
cualquiera embravecido. Aunque la burda acritud de lo inesperado a
veces derrita los sueños más hermosos, siempre queda en el alma un
aliento de poesía que traspasa las barreras insondables del
amor. (Más allá del silencio, en cualquier circunstancia, se expande el perfume de los grandes
deseos).
Amor immarcescible.