De siempre es el olvido

Vuelvo a pedirte que no vuelvas, que prefiero esperarte, porque se acerca el día que te fuiste sin darme ninguna explicación.

No creas que esto es un reclamo para equilibrar la balanza de la desesperación, simplemente prefiero esperarte.

¿O quizá lo que realmente quiero es no esperarte por más tiempo?

¿Te sustituyo y ya está?

Si es así no será por otra mujer sino por ti misma pero con otras condiciones.

Esta vez seré yo y no tú quien se vaya.

Y tú me esperarás si quieres.
 

El asunto que hoy me obliga a escribir con tu nombre (si no es este es otro, porque siempre andas hurgando en mi memoria) es precisamente la disculpa de que un día me dijiste por estas fechas que cumplías años (haz memoria). No sé de cierto el día, y como consecuencia de unos pleitos conocidos me impiden conocerlo por otros cauces. Me gustaría regalarte pastas de té. Qué poco romántico, ¿verdad? Pero me gustan esas pastas y me gustas tú. ¿Qué mejor regalo entonces? Tan innecesario como injusto es recordarte con motivo de tu cumpleaños, aunque más peligroso sería preguntarte los años que cumples... Las mujeres nunca llevasteis bien el asunto de los años vividos. Egos heridos al paso de los años. Pensando, recuerdo que solo sé tu nombre; ni dónde vives, ni el día de tu cumpleaños. ¡Joder, dona, lo nuestro es mucho!, sin embargo, de qué sirve el amor de una mujer bella e inteligente, y la inapelable tentación de su cuerpo, si su argumento preferido... de siempre es el olvido.