La Semana Santa, al margen del ruido y toda la parafernalia, creo que es una oportunidad para reflexionar en el más amplio sentido de la palabra. Es una semana y tal vez sea poco tiempo, pero en la vida hay que espabilar... Viene lo de reflexionar a cuento porque las personas se liberan de sus responsabilidades que tienden a ser rutina y no le dan importancia. Nuestras obligaciones las dejamos convertirse en rutina y eso. El compromiso adquirido lo reducimos al mínimo interés: vivir mejor, o eso creemos. Y decepcionamos a la gente que ¿confía? en nosotros. El caso es, y lo sé de fijo, que todos vivimos mejor si cumplimos con nuestros compromisos. La pareja. Los hijos. Los amigos. El trabajo.
Si nuestras obligaciones nos atarantan nos volvemos intratables y lo paga la gente que más nos quiere y queremos. La familia, no me canso. Y nosotros mismos. Quien se sienta estupendo, debiera vincular su palabra a sus acciones. Así tendría la oportunidad de cambiar los bienes individuales por el bien general. "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarle. (Evangelio según San Mateo 8,5-11). ¿Se salvará? Gracias.