Si me crucificaran como a ÉL y me dieran la oportunidad de la llamada le diría adiós que te vaya bonito, resucitaría y pondría pies en polvorosa y volvería cuando pudiera hacer lo que solo puedo imaginar. En Semana Santa seré ateo.
De cierto no lo sé, porque yo leí el Viejo Testamento y no el Nuevo y todo cambia. O debería cambiar, pero temo que en lo que se refiere a procesiones y ruidos y todo lo demás es igual. Yo -y quien me conoce sabe que no miento-, no hubiera resucitado jamás. Pues no solo el ruido me desbarata, también la radio que me entretiene cuenta que unos y otras pasan la noche saltando una verja... ¿Y? ¡Hay que joderse!. Las procesiones y una ausencia van de la mano en Semana Santa. Me salva mi vocación literaria que es un trastorno encantador capaz de sacar de sus casillas a quien en un descuido entra en de soslayo. Un Viernes Santo triste de morir uno solo está para dedicar las horas a pasear con Ian y Enol por Les Seniaes. Gloria a Dios y a los Santos Apóstoles de los cuales, cuatro, eran cronistas. Gracias.
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