miércoles, 28 de agosto de 2013

¡Escúchame tú, estúpido!

Una gran amiga, de esas que se convierten en hermanas me hace un regalo; no es un regalo ordinario, pues, lo que siempre me regala va envuelto de significados y rituales. En esta ocasión me regaló una rosa roja y lleva una tarjeta, ¡Escúchame tú, estúpido!. Siempre me han gustado los regalos de mi amiga por esa facultad que tiene de ir más allá de lo esperado. Sin embargo, las rosas me gustan en el rosal: no se debieran regalar flores. El mejor regalo que me puede hacer, y lo sabe, es su sonrisa. Le presenté a la María y desde ase día tienen sus cosas. A mí que las quiero, me gusta que tenga sus cosas; supongo que sus cosas son las mías: mi amiga no es de mucho hablar.
  
¡Escúchame tú, estúpido!. No estoy muerto y no me llamo Lázaro. Mi amiga sabe que el viento estos días me viene de cara, que digo sin pensar porque tengo cansada el alma. En parte ella es culpable, pero solo en parte, que el asunto tiene que ver con mis comportamientos. Tengo ansiedades, no sé si está bien dicho, y también tengo miedos por lo que tanto deseo y no llega. Son asuntos del corazón que no sé cómo tomármelos. Es la vida que me invita a encontrarme conmigo en un lugar desconocido. Y me obliga a detenerte entre las prisas y evaluar por dónde voy, qué camino, qué lugares debo visitar. Me empuja a olvidarme de ella y acaba forzándome a vivir en el cuerpo de otra. También me motiva a mirarme de cuando en vez en el espejo de mi interior y observar la luz que me está llegando.
 
Con el devenir de los días la rosa se marchitó pero no su dedicatoria. Mi amiga me ha dado la calma en días de tormentas. Me ha ayudado a encontrar la armonía, la paz interna. ¿Tendrá que ver su dedicatoria con la paz de alma: ahora no vivo una paz interna de acorde a la verdad? Pero me insulta. ¡Qué raro!.
 
¡Escúchame tú, estúpido!: No sé qué quiere decir. Hoy la invitaría a que me dijera, que me explicara de manera clara a qué se debe esa dedicatoria. Hoy la invitaría a escucharme; le diría, pero las cosas entre nosotros han cambiado. Después de todo lo dicho y lo que no se dijo, lo que pudo ser y no ha sido. La distancia y el olvido, ¿qué no cambia en una vida? Después de todo, quien como ella, con su dulce encanto disipa el miedo y calma, el dolor, ama la vida y la poesía, brinda su abrazo. Le cantaría una canción. A pesar de todo lo ocurrido. No se trata de un problema de moralidad ni de confianza: es amor.

1 comentario:

  1. Las flores son para los muertos con todo y su dedicatoria incomprensible.
    No estas muerto por mucho que lo quieras.

    Si se trata de pedir: cuando muera no me lleves flores,
    regalame tu risa,
    en racimos de azhar,
    ¿Quien puede pedir mas?

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