Una gran amiga, de esas que se
convierten en hermanas me hace un regalo; no es un regalo
ordinario, pues, lo que siempre me regala va envuelto de significados
y rituales. En esta ocasión me regaló una rosa roja y lleva una
tarjeta, ¡Escúchame tú, estúpido!. Siempre me han
gustado los regalos de mi amiga por esa facultad que tiene de
ir más allá de lo esperado. Sin embargo, las rosas me gustan en el rosal:
no se debieran regalar flores. El mejor regalo que me puede
hacer, y lo sabe, es su sonrisa. Le presenté a la María y desde
ase día tienen sus cosas. A mí que las quiero, me gusta que
tenga sus cosas; supongo que sus cosas son las mías: mi
amiga no es de mucho hablar.
¡Escúchame tú, estúpido!.
No estoy muerto y no me llamo Lázaro. Mi amiga sabe
que el viento estos días me viene de cara, que digo sin pensar
porque tengo cansada el alma. En parte ella es culpable, pero solo en
parte, que el asunto tiene que ver con mis
comportamientos. Tengo ansiedades, no sé si está bien
dicho, y también tengo miedos por lo que tanto deseo y no llega. Son
asuntos del corazón que no sé cómo tomármelos. Es la vida
que me invita a encontrarme conmigo en un lugar desconocido. Y me obliga a detenerte entre las prisas y evaluar por
dónde voy, qué camino, qué lugares debo visitar. Me empuja a
olvidarme de ella y acaba forzándome a vivir en el cuerpo
de otra. También me motiva a mirarme de cuando en vez en el espejo
de mi interior y observar la luz que me
está llegando.
Con el devenir de los días la rosa se
marchitó pero no su dedicatoria. Mi amiga me ha dado la calma en
días de tormentas. Me ha ayudado a encontrar la
armonía, la paz interna. ¿Tendrá que ver su dedicatoria con la paz de alma:
ahora no vivo una paz interna de acorde a la verdad?
Pero me insulta. ¡Qué raro!.
¡Escúchame tú, estúpido!:
No sé qué quiere decir. Hoy la invitaría a que me dijera, que me
explicara de manera clara a qué se debe esa dedicatoria. Hoy la
invitaría a escucharme; le diría, pero las cosas entre nosotros han cambiado.
Después de todo lo dicho y lo que no se dijo, lo que pudo ser y no
ha sido. La distancia y el olvido, ¿qué no cambia en una vida?
Después de todo, quien como ella, con su dulce encanto disipa el
miedo y calma, el dolor, ama la vida y la poesía, brinda su abrazo. Le cantaría una canción. A pesar de todo lo ocurrido. No se trata de un problema de moralidad ni de confianza: es amor.
Las flores son para los muertos con todo y su dedicatoria incomprensible.
ResponderEliminarNo estas muerto por mucho que lo quieras.
Si se trata de pedir: cuando muera no me lleves flores,
regalame tu risa,
en racimos de azhar,
¿Quien puede pedir mas?