"Si oyeras hoy su voz, no endurezcas tus oídos".
La Palabra de Dios puede no ser audible para muchos, sin embargo, la podemos identificar en sus mandatos recogidos en la Biblia y en otras manifestaciones que Él mismo puede revelarnos. A veces está en la mirada de alguien que nos ama, o incluso en personas desconocidas, o en una frase que no queremos escuchar porque encierra verdades inconvenientes para nuestro futuro, o en sucesos tristes de morir que nos dejan una experiencia traumática. Reconocer a Dios y lo que Él nos quiere decir, es una posibilidad a la que debemos estar abiertos, entendiendo que si nos cerramos a su voz, también estamos cerrando el paso a nuestro futuro cada vez más incierto.
Mentízate pues, y di conmigo: Oigo su voz. Oigo su voz. Ahora ármate de valor y sal a la calle y lograrás todo lo que te propongas. Amén.
Oigo su voz. Oigo su voz. (Levántate temprano). Oigo su voz. Oigo su voz. (Dúchate y perfúmate). Oigo su voz. Oigo su voz. (Ponte ropa limpia). Oigo su voz. Oigo su voz. ¿Te ves genial en el espejo? Oigo su voz. Oigo su voz. (Desayuna lo mejor que puedas, cosa nutritiva, el día puede hacerse largo y pasado). Oigo su voz. Oigo su voz. (Sal a la calle y mira al frente y de soslayo). Oigo su voz. Oigo su voz. (No mires hacia abajo ni hacia arriba). Oigo su voz. Oigo su voz. (No le hagas caso a los diarios). Oigo su voz. Oigo su voz. Y ahora, repite cien veces más como yo lo he repetido, y si como yo te lo has creído, eres estupendo y gracioso, tanto, que incluso lograrás, un viernes de fiar, arrancarle una sonrisa al funcionario del Inem... Como yo.
Torpe de entendederas... tú. Beso.
ResponderEliminarSalud