Hay mentiras por las calles que se comercializan (miedo me da tu mirada compasiva) como puñaladas de misericordia para personas sin alma. ¿Habiendo verdades que enamoran de corazón, qué se gana cantando quejas con llanto? Hay mentiras que duran lo que dura un bolero en Les Seniaes. Hay verdades y hay mentiras. Uno se entrega al amor, y, sin embargo...
Qué me dicen de quién lanza mentiras al aire y las defiende por encima del quebranto y la vergüenza de su afrenta...
Qué me dicen de quién invita al azahar a que acoja en su regazo mentiras para salir en tropel como si le fuera vida en ello...
Qué me dicen de quién desea el amor de un solo dueño sin conciencia para morderlo cuando quiera... Oh, estruendo mudo.
Qué me dicen de quién juega a la ruleta rusa con la gente y el dolor que existe más allá del dolor de alma. (Créanme, existe un dolor oculto más allá del dolor de alma. No vayan a su encuentro, no quieran conocerlo. Lleven una vida tranquila dentro de sus posibilidades, cuídense, cultiven la calma, prioricen la salud. La salud).
Y qué me dicen de la dueña de todas las mentiras que desvelada deambula las calles con la mirada clavada en el suelo...
A las puertas del cielo no me encontrarás esperándote, si yo me voy primero. Si no me ofreces no más que los excesos de tu existencia de pasarela te puedes dar por exiliada de mi relicario de amor del que un día fuiste su preciada joya. Recuerda que los adioses son para siempre en mi impagable soledad. De toda la vida para el humano ser nada nuevo acontece en la cotidianidad si antes no acomoda el corazón para dar cabida al amor. Vigila ese "Síndrome de Diógenes" que apila pasiones impuras. Tal que Anna Ajmátova: "Estamos tan intoxicados uno del otro que de improviso podríamos naufragar". Y yo añado entre la brisa de un mar y sus brumas. (Despreciaste la verdad y el amor mío. No vuelvas, ya no quiero esperarte). Gracias.
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