El asunto es una ecuación matemática bien sencilla: Armonía de las economías verdes.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña. Federico García Lorca.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña. Federico García Lorca.
Degradar el medio ambiente es como degradarnos a nosotros mismos. Tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra el medio ambiente es la gran víctima. Cultivos quemados, aguas contaminadas, bosques talados, suelos envenados; nada se libra a las atrocidades del ser humano. Debemos caminar hacia sociedades verdes, que el verde es esperanza, es amor por la naturaleza. Precisamos una revolución y evolución hacia el verde de la naturaleza, de las energías renovables. El uso y el abuso irresponsable de nuestro hábitat que nos aniquila como seres humanos. Y ahora los dueños de los partidos políticos se acreditarán como defensores ecológicos y bla, bla, mientras siguen creciendo los atropellos en nuestro entorno. Somos un peligro movidos por una economía industrial. Hablo del medio ambiente que nos sostiene. No somos conscientes del problema que supone el cambio climático. La economía verde se caracteriza por las bajas emisiones de dióxido de carbono y la eficiencia energética. O hacemos sociedades verdes o la cuestión de supervivencia será cada día más difícil, imposible quizá. Debemos aprovechar las capacidades científicas para reconquistar el verde que te quiero verde de la vida en un mundo de cambio global. Se trata de establecer un patrón de crecimiento capaz de conciliar el desarrollo de una economía productiva y competitiva con el uso racional de los recursos naturales. "Con la libertad, las flores, los libros y la luna, ¿quién no sería perfectamente feliz"? Oscar Wilde.
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