jueves, 24 de noviembre de 2011

¡Qué historia tan triste!

No digo que un día, por decir, estuviera bien que no amaneciera para saber qué ocurre. O sí ¿? pues lo digo: "estaría bien que mañana no amaneciera". Y no amaneció. Hoy es mañana y el cielo está negro, el sol no ha salido y hace un frío que pela ¿? No, no me gusta. Quiero que sea de día. Mitad y mitad. Noche y día, a pesar de los pesares. A mí me gusta más la noche que el día. La noche es soñadora, no tiene en cuenta la realidad, uno se puede imaginar lo imposible, incluso que no hace frío. Ahora hace mucho frío y mi mascota dice no, que si quiero salir que salga yo, que no y no. No entiende que lo tiene que hacer ella. Guapa mucho, pero sentido cero. Si no la quisiera tanto... ay. Una cosa, porque somos viejos los dos, que sino, igual podíamos aspirar a una cátedra en la universidad. No es un chisme, va serio, dentro de unos años no habrá profesores en la universidad. Como haber ahora hay alumnos y hay profesores, pero están en el paro. En el paro los profesores, los alumnos a ochenta por barracón de chatarra. Se comenta que el curso comenzó con una profesora pero murió de pena. ¡Qué historia tan triste!. Acabo de venir de tomar café con mi hija y una amiga que da clases en la Universidad de Valencia por ochocientos euros al mes (es doctora) y hace tres meses que no cobra. Resulta que ella y dos más trabajan en la Universidad de Valencia pero les paga un catedrático dueño de la plaza que les paga cuando se acuerda. No me extraña, y si es viejo como yo ya cobraron. Es cierto, cada día que pasa pierdo un poco de memoria. La memoria y yo no nos llevamos bien. Como el catedrático olvidadizo dueño de una plaza en la universidad y tres doctoras a tiempo completo cotizando por tres horas que no les paga. Una chica, un chico, por decir, estudian treinta años y luego cobran (si cobran) ochocientos euros (primero escribí "en una de las mejores universidades del país", pero lo borre), y más, que me cuenta que cuando llega a casa tiene que preparar, de noche cerrada, la faena del día siguiente. Que igual a ella no le convendría que amaneciera por muy negro que fuera el día. A fin de cuentas ya confunde la noche con el día: Siempre negro, como su futuro. Y el de mi hija. Y el de cinco millones más. Lo dicho: ¡Qué historia tan triste!.

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