Desde cuidados intensivos: Hospital Universitario de la Ribera .
Mi esposa me acaba de decir, hoy que nos reunimos toda la familia con motivo del cumpleaños de mi niña, Kristel, la niña de mis ojos, que padece el Síndrome del nido vacío. Mi esposa está triste. Está triste y alegre. Eterno problema sin resolver de los padres. Vivimos permanentemente pesando que nuestros hijos nos necesitan, que sin nosotros están perdidos en esta jungla que es la vida. Yo, de viejo, estoy en condiciones de asegurar que nuestras hijas, son mayores de edad y saben lo que se hacen. Hablo de mis hijas. Otra cosa sería que hablara de mí. Duele hacerse viejo y dependiente. Y no hablo de dependencia física o psíquica, minusvalías del alma, sino de amor de corazón. Padres que dedican una vida a adecuar, a encauzar a sus hijos. Padres enamorados de sus hijos. Padres y madres. ¿Y? Se dice que nadie aprende por cabeza propia, que ha de ser por cabeza ajena. Pero no sé, si hablamos de hijos, el asunto no está claro: mi esposa dice padecer el Síndrome del nido vacío, y yo que nunca aprendo, ni en cabeza propia ni ajena, porque nunca aprenderé a tener alejadas a mis hijas... ¿Qué? (El presente comentario está escrito a vuelapluma, y es lo que siento: Tan siquiera soy una opción. Simplemente soy de un pájaro un ala).
Es un ciclo que se repite ¿no?
ResponderEliminarUn beso a los dos
Susa
Posiblemente. Porque, según me cuentan, a todo gochu llega la hora de su samartín.
ResponderEliminarSalud.
Jajajaajajajajaaja ¡hasta a mí me llegará!
ResponderEliminarSusa :-)
Puedes apostar que sí. Beso.
ResponderEliminarSalud.