Tengo una amiga que espera impaciente que llegue final de año para echar cuentas. El debe y el haber. Lo positivo y lo negativo. Tengo una amiga que espera impaciente saber cómo acaba su cuanta de resultados. No es que tenga interés en llevarlo al registro mercantil para que lo validen. Es porque teme que, sino igual, será peor que el año anterior, y no está dispuesta a darle más prórrogas. Mi amiga está desahuciada de la vida, y perdida la esperanza, no le apetece vivir otro año de mentiras y promesas incumplidas. Tengo una amiga que está pensando muy seriamente echarse en mis brazos. Y llorar. Porque mi amiga cree que soy un valle de lágrimas. Mi amiga me tiene harto, y no pienso permitirle otra estupidez mayor a la anterior. Ahora me dice que, como a Mario Conde, el día 28 de diciembre, si no consigue casarse con la esperanza, no le importará que le embarguen el patrimonio que nunca tuvo. Parece mentira que mi amiga se compare a ese señor. Una cosa le diría, bien engañado me tenías, si sé que eras "así", jamás te hubiera entregado mi confianza. Y mi cariño. Que lo uno lleva a lo otro. Ya, ya sé que no en este país, que aquí de la confianza uno va de cabeza a la desconfianza. Mi amiga, como yo, no somos de esta bendita tierra, pero si algo le tenemos que reprochar, no es su luz, sus flores, y su mar en calma, son sus gentes. Donde todo comenzó, sus gentes, no son lo que se espera de ellas. ¿Amor y Poesía? No, eso sería un milagro. Pero sí un sentimiento colindante que se pudiera bautizar con el nombre de empatía. Me gustaría saber por qué en este país cambian el papel que les encomiendan por el que les conviene en la obra que es la vida. Definitivamente, en este país la paja solo se ve en el ojo ajeno. Y el prejuzgar es el deporte nacional. Y donde aparece una herida enseguida la llenan de vinagre y sal para curarla (remedios del maligno). Mi amiga, bendita amiga, considera que es preferible morir que vivir sin poder confiar en su colindancia cercana. Mi amiga está defraudada, herida en el alma, pero no creo que cometa una estupidez que no tenga vuelta atrás, o al menos que no pueda remendarse. (Amiga mía, amiga del alma, no olvides que siempre nos quedará París).
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