La crisis ética moral en esta sociedad es de tal magnitud que solo nos queda reaccionar. La catadura moral de la ciudadanía ha comenzado tímidamente a preocupar gracias a las manifestaciones de los indignados. ¡Y qué bueno!. Al fin comencemos a decir que la gran obra humana, invento, revolución, no solo fue alguna vez un sueño, una utopía. Aún hay esperanza. De jóvenes andábamos por los barrios "cazando" jóvenes revolucionarios, el país soñaba con gobiernos que no asesinaran a sus hijos. Los señores del luto y la sangre, los grises de los toletes, lloraron como Juan Bautista después de negar a Jesús. Una cosa era morir a tiros en cualquier paredón, y otra diferente morir de pura vergüenza a tiros en la impunidad tan celebrada en aquellos tiempos sin partidos políticos en el país ni democracia. Republicanos derrotados fuera de las urnas. (¿Y a pesar de la derrota, de mi corazón vencido, allá dentro en tus adentros solitarios, de noches desveladas sin estrellas me seguirás amando? Será mi esperanza). Tanto éxito agobia. Eran otros tiempos en un país, el nuestro, de ahí la tragedia de los hechos. Los buenos tendrán algún día que revisarse dónde se encuentran los malos. A esto hemos llegado. Ahora el problema, no es el que canta Serrat porque "siempre ganan los mismos y nunca heredan los desheredados". Es peor. Ahora no siempre ganan los mismos, pero eso sí, casi siempre ganan los peores. Cada día el país es más una esperanza muerta. La memoria histórica olvidada en el cajón de las impunidades. Y mientras, un juez, Baltasar Garzón, peleando en los tribunales lleva las de perder. Sin embargo, su independencia y su coherencia, aún le mantienen erguido. Una administración que se administra, y un país que no cesa de retroceder ética y moralmente. Y las fosas de los desaparecidos siguen desaparecidas. Como en aquel bar del Sabina, "las malas compañías son las mejores", y sobre todo las más reconocidas.
Un trabajado artículo...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Mareado al menos. Gracias
ResponderEliminarSalud.