La opinión es algo que se vive en uno mismo, es un mito creado para beneficio propio. A veces, se trata de una especie de ente abstracto que utilizamos con el propósito de crear una criatura poderosa para influenciar en la búsqueda de un algo que nos pueda veneficiar. La opinión, la de cada cual, incide en el factor de las encuestas e implica riesgos en el manejo o interpretación del contexto que da vida a la propia opinión. La opinión que sirve como termómetro, muchas veces cuestionado y nunca aceptado. ¡Cuidado, ojo con la opinión que se cree encuesta pública!. Las gentes detectan a los oportunistas manipuladores de encuestas cuyo recurso principal son emociones y, como buenos mercenarios de encuestas, no dicen solo con el significado elemental de la opinión. De viejo he sido testigo de procesos electorales donde se ha registrado una verdadera guerra de encuestas que lo único que han provocado es confusión por la manera en que se prostituyen. Cada cual acomoda sus números de forma que les favorezcan con diagnósticos contradictorios sin importar la credibilidad. Pero los resultados son lo que son y muchas veces se revierten. En estos tiempos de falsas opiniones, algunos estudios de preferencia electoral advierten que más convendría hacer una lectura entre líneas para no consumir informaciones sesgadas. Nada aportan las estadísticas elaboradas con la conveniencia de intereses partidistas. Son cifras que podrían considerarse un artificio carente de realidad. Estado de opinión. ¿Estado de ánimo?
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