lunes, 10 de noviembre de 2014

¿Ya te vale, no?

Luego de una tarde pensando qué ponerse lleva una hora quita y pon vestidos para ir a cenar con unos amigos. O no se gusta o teme no crear una opinión de asombro entre sus amigas. Vivimos de las apariencias. Lo malo, porque hablo de mi esposa, que yo tengo que estar a su altura. Y cómo no tengo tanta ropa como ella ni ganas de romper el espejo que ya está pidiendo socorro. Los espejos tienen vida y a éste ya no le queda ni para un mal reflejo.

Más que sentir comodidad con nuestra vestimenta nos importa la admiración de los demás. Que podría valer con su aprobación, pero no. O rompemos con el entorno o nos quedamos en casa. Una de dos. Es difícil ser uno mismo si seguimos las reglas de la vecindad que tiene que ver con el rechazo y el ridículo. La falta de autenticidad nos hace más débiles. Y yo sin tener nada que ver pierdo, yo siempre pierdo cuando "quedamos". Y a mí qué carajo me importa si aquél o aquella estrenan o no, si llevan la ropa que pusieron el sábado pasado o no. A mí qué me importa...

Qué hay de lo original, de que te conozcan como realmente eres, del criterio propio, de no importarte lo que piensen de ti si hablamos de trapos. Que otra cosa sería si habláramos de Sánchez o Rajoy. De "la cosa nostra", quiero decir. O de fúrtbol, que hoy es lunes... ¡Quiero morir, ir contigo, dona, esto es peor que Les Seniaes cuando no hay azahar porque no es primavera y las pariposas no están ni se las espera!.

2 comentarios:

  1. ¿Puedo preguntar que son pariposas o me río?

    Blah! ¿Para que te enojas? Para casi todas las mujeres -menos yo, obvio, a mi no me importa tal o cual ropa- el que te vean con el mismo vestido dos veces es casi un crimen.

    ¿Puedes hacer algo para cambiarlo? No
    ¿Sirve de algo enojarte? No

    Respira hondo, sonríe y a lo que sigue.

    Cuidate

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