domingo, 13 de julio de 2014

Qué pena de poesía.

A Patricia, por supuesto, a la vida responsable, a la que siempre sabe qué hacer, a la noticia digna de una primera en prensa, radio y televisión. A la lectora empedernida, a la de las piedras rotas y los castillos del Loira, y sobretodo, a la madre. A Patricia, por supuesto, a ella que en mi vida esconde la condición de una diosa de su Grecia antigua. Y es que así como se la ve con su cara de saber, yo soy su padre y soy su confesor. Con la actitud de quien no mata una mosca, es mujer de armas tomar. Es la verdad para quienes la conocen, aunque he de reconocer que no es fácil. Detrás de su aparente frialdad hay una bella mujer de sangre caliente dispuesta a todo por su familia. No hace mucho tiempo era mi hija, ahora soy su padre. Suele pasar.

Un libro: Todos.
Un autor: Ninguno.
Una canción: "Imagine" de John Lennon.
Un amor: Más de uno, y lo que está por venir que nos relegará a todos.
Una locura: Historia del Arte.
Una crónica: Su amena conversación.
Un deporte: El truc.
Un mar: Cantábrico.
Una lluvia: L'orbayu.
Una comida: Febes con almejes.

Hija de su padre (guarda celosa su apellido) confiesa no gustarle la poesía si no se la explica. Ama a los pintores por sus obras: Posimpresionismo de finales del XIX al XX, Vicent van Gogh, sobre otros.

Le gusta leer experiencias extrañas para entender qué le ocurre a nuestra sociedad, pero aún no llegó a ninguna conclusión. Para opinar se apoya en los libros: le gusta hilar fino. Y ahora ha empezado a cocinar y dice que le gusta y la entretiene, y a mí lo que cocina, cuando antes no se lo come. Qué pena de poesía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario