Uno, preso del afán por escribir, entre el agobio y la primicia, escribe la noticia más interesante incluso antes de que ocurra. ¿Qué no daría por una primicia? Vivo sin vivir en mí. Hablo de periodistas de ciencia definición y de la noticia instantánea. Cuando aparece una exclusiva hay que estar ahí, justo al acecho para ser el primero. Yo lo hago, y caigo en la tendencia insana de las prisas y las urgencias, aunque he de reconocer que a veces invento la noticia para no tener que enmendarla, ni pagar miles de euros por sentencias difamatorias. Ayer: "Canal 9 tendrá que indemnizar con 10.000€ al marido de Gina Lollobrigida por vulnerar el derecho al honor y la intimidad al tildarlo de homosexual". Que más que una mentira es una verdad a medias según se comenta por los teletipos. ¿La buena información o la desinformación? El asunto es ese.
La historia se repite de manera tan asombrosa y veloz que espanta. Todo por una exclusiva que nos lleve a la gloria o al Pulitzer, ay. En la vida de un periodista no todo son verdades y mentiras, ni sentencias judiciales en contra, también existen penas que narrar. Ayer: "Un periodista de la cadena árabe de TV Al Jazeera, no soportó el tormento que sentía al transmitir en vivo desde Gaza el bombardero israelí y rompió a llorar". Tanta violencia, tanto dolor humano le impidió seguir hablando y se vino abajo.
La información fidedigna en los tiempos que corremos es perjudicial para la salud mental. Prefiero el rumor que se convierte en noticia de primera página que la verdad allí donde convive con la tragedia. La inmediated no interesa si no hablamos de amor. Volvamos al periódico con olor a papel de imprenta y noticias del día anterior. Y si me permite, yo no lo sé hacer pero sé quién sabe (tengo pruebas), al final de la noticia, ponga un emoticon con una sonrisa, un beso, un corazón, ¿tomamos café? Te quiero. (Desde Les Seniaes informó dona).
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