domingo, 6 de julio de 2014

Las delicias de un postre.

Dos cosas tuve ayer noche decididas de antemano: que me iba a dar a la bebida y que cenaría demasiado. Seguiré siendo un triste de morir si no me controlo. No se puede beber solo ni comer por dos.

Pero para estar a la altura de lo que se esperaba de mí, entre unos y otras, hasta la Iglesia y sus eminencias reberendísimas tienen ruegos y oraciones... pero nada. Ayer la noche no me aclaró nada. He de afinar el oído.

Un sábado noche en la avenida, como en el amor, a veces perdiendo se gana. Una derrota se mascaba en el ambiente y no creo que fue errónea la decisión de pedir postre, a mi la tarta me encanta, aunque llena demasiado. Pero hay más, a partir de lo ocurrido, un domingo de ir a misa y decir la verdad, será más la crónica de una desilusión anunciada. Víctima de mí mismo, tendré que recurrir a una salida fácil... No quiero morir haciéndome el harakiri. El tiempo dirá, pero todo apunta a que a partir de un ayer tan desigual, con amigos y amigas víctimas de sus derrotas, la avenida tendrá que cambiar al menos de nombre.

La palabra es un elemento de vital importancia en la avenida y en la vida, y aunque se manipule con perífrasis para enturbiar un sinnúmero de circunstancias y hechos, el valor de la misma permanece, porque la lesión no está en ella, sino en aquellos y aquellas que la utilizan con saña. Otro sábado hablaré de las consecuencias de una derrota declarada pero no de rendición...

2 comentarios:

  1. La palabra tiene muchos sonidos, nuestro estado de ánimo es el que indica qué sonido lleva en ese instante, no me canso de decirlo -como tú dices- las palabras suenan distinto según quien las lee.

    Por lo demás me da gusto que te la hayas pasado bien -según entendí-

    Cuídate de soslayo, no comas solo ni bebas mucho, o bueno si tú quieres pues si, al fin que ya somos viejos -bueno nomás yo- para saber que nos hace bien o mal.

    Chido



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  2. Acepto como bueno el cosejo. Muchas gracias.

    Salud.

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