Dos cosas tuve ayer noche decididas de antemano: que me iba a dar a la bebida y que cenaría demasiado. Seguiré siendo un triste de morir si no me controlo. No se puede beber solo ni comer por dos.
Pero para estar a la altura de lo que se esperaba de mí, entre unos y otras, hasta la Iglesia y sus eminencias reberendísimas tienen ruegos y oraciones... pero nada. Ayer la noche no me aclaró nada. He de afinar el oído.
Un sábado noche en la avenida, como en el amor, a veces perdiendo se gana. Una derrota se mascaba en el ambiente y no creo que fue errónea la decisión de pedir postre, a mi la tarta me encanta, aunque llena demasiado. Pero hay más, a partir de lo ocurrido, un domingo de ir a misa y decir la verdad, será más la crónica de una desilusión anunciada. Víctima de mí mismo, tendré que recurrir a una salida fácil... No quiero morir haciéndome el harakiri. El tiempo dirá, pero todo apunta a que a partir de un ayer tan desigual, con amigos y amigas víctimas de sus derrotas, la avenida tendrá que cambiar al menos de nombre.
La palabra es un elemento de vital importancia en la avenida y en la vida, y aunque se manipule con perífrasis para enturbiar un sinnúmero de circunstancias y hechos, el valor de la misma permanece, porque la lesión no está en ella, sino en aquellos y aquellas que la utilizan con saña. Otro sábado hablaré de las consecuencias de una derrota declarada pero no de rendición...
La palabra tiene muchos sonidos, nuestro estado de ánimo es el que indica qué sonido lleva en ese instante, no me canso de decirlo -como tú dices- las palabras suenan distinto según quien las lee.
ResponderEliminarPor lo demás me da gusto que te la hayas pasado bien -según entendí-
Cuídate de soslayo, no comas solo ni bebas mucho, o bueno si tú quieres pues si, al fin que ya somos viejos -bueno nomás yo- para saber que nos hace bien o mal.
Chido
Acepto como bueno el cosejo. Muchas gracias.
ResponderEliminarSalud.