lunes, 7 de julio de 2014

Es la vida.

La vida no tiene otro sentido que vivirla. Y estaría bien que de una vez por todas dejáramos fluir nuestra supuesta humanidad con plenitud para dibujar la belleza que trae consigo. La vida que nos aguarda con su diario trajinar tiene algo más que asuntos inaplazables; tiene amor y poesía, valores, conlindancia, valor en sí misma. La vida nos va forjando individualmente la personalidad que impregna de manera sincronizada la configuración que produce la interacción social. La dinámica de la vida compartida. Estructura social, sistema de convivencia con elementos comunes en un entramado de acciones y decisiones culturales, políticos, religiosos, etcétera. Se trata de organizar un sistema más justo para vivir en comunidad... Vivir, se trata de vivir como valor supremo. La vida que nos fluye en esa dinámica de convivencia dando valor y tasando las cosas. Porque nada es gratis, eso se sabe, pero merece la pena pagar lo que pidan por vivir hasta que la muerte y su desconcierto llaman a la puerta. La muerte, esa sí que trastoca la vida, pero la muerte va incluida en el lote, así que mejor vivir mientras podamos. Sin olvidar que es posible ser feliz desde el éxito o el fracaso como el efecto que es natural de la dedicación personal, algo que uno crea con la mejor de las intenciones pero al final la vida impone sus caprichos con la cuenta de resultados. Es la vida.

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