Una cualidad esencial del liderazgo es el carisma. Condición excepcional necesaria para perdonar a los que en su momento no nos apoyaron para alcanzar una meta, un propósito, una enmienda o una secretaría general. Eso lo vemos a diario en los distintos tejemanejes que tiene la vida, pero el asunto es otro y tiene otra cara, y no es sino la gente arrepentida que reconoce el error y de repente (iluminados) sienten admiración hacia los líderes carismáticos, reconocimiento como el que exhibe Pedro Sánchez con su propia grandeza personal.
Un hombre encontró el mapa de un tesoro escondido en un campo y “lleno de alegría fue a vender todo lo que tenía y compró el campo”. (Mateo 13,44).
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