miércoles, 9 de julio de 2014

Amo todos mis vicios.

No llevo lo de ¡señor oiga usted!, no lo llevo. Ni que se levanten en el tren para que me siente. Ni que me digan para la edad que tiene usted se le ve muy bien y si se encuentra mal, no llame, venga, ya sabe que todos los jueves tengo consulta. Me niego a aceptar que me tengo que morir. ¿Por qué creen que me tengo que morir? ¿Quién demonios les informó? ¿Por qué todos están pendientes de mí? Si reniego de todos mis vicios: beber alcohol, fumar, trasnochar, es simplemente porque me tienen entre todos y todas atemorizado; si no es por uno es por otro, ¡que no!.

Que lo sepa todo el mundo, mis damas de las SS y mi esposa y mis hijas y mis amigas de la avenida que cuando me besan parece que es el último beso en el cementerio. ¡Qué pena y qué pena penita!. A todos y todas les digo, y va en serio, que es cierto, reniego de mi mala vida anterior, pero tolero todos mis vicios y los echo de menos porque los amo. Amo todos mis vicios.

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