Pobres hasta la muerte

Cada vez con más asiduidad la ciudadanía de este país descarga su cólera contra políticos corruptos y empresarios evasores de impuestos y materias primas. Cada vez más los medios de comunicación nos denuncian casos constitutivos de delito y les ponen nombre y apellidos. Son políticos y empresarios, pero también partidos políticos, confederaciones empresariales, sindicatos, asociaciones de uno y otro. Y bancos y banqueros. Ay, los bancos y los banqueros, qué haríamos sin ellos y sus bonos basura y sus acciones preferentes y sus jubilaciones de ensueño.
 
Un gobierno descuida sus obligaciones de control hacia los corruptos de cualquier ralea. El asunto es ese, y todo porque no tiene controladores, que en este caso serían inspectores de hacienda. -¿Y por qué? -Porque los manipulan, los politizan, y los desautorizan si no pasan por el aro de los favores a las grandes empresas y etcétera. Y vuelta a empezar. Un gobierno no le importa que nos avergoncemos de él. Nos horroriza tanta patria en venta. Unos y otros nos roban, nos defraudan y permiten que nos compran el patrimonio que tenemos y nos empobrezcan más. Pobres hasta la muerte, malditos como el amor desolado.
 
Pienso ahora, cuando parece que quiere salir el sol y me acosan mis pecados y otras miserias, cuánta revolución habría hecho nuestra generación, qué gran país seríamos hoy, si nuestra primera lucha no hubiera sido por mejorar las abstractas instituciones, sino hacer de cada uno de nosotros mejores personas.

 

De qué nos sirve leer a Marx si la primera revolución es revolucionarse y fue cosa Krishnamurti.