Es Navidad y se destila agua en el ambiente. Son lágrimas por mi niña que lo está pasando mal: culpable un mundo laboral mercantilista donde solo la cuenta de resultados importa. Quizá debiera dejar de escribir triste hasta que mi corazón se llene de ternura donde se adivinen luces de un futuro mejor, abrazos amigos y besos de amor que aspiren a crear una realidad con el aroma que caracteriza la Navidad. Sin embargo, contrario a los tópicos, hablo de algunas realidades. Que la María me perdone por tener la certeza que no siempre basta decir Feliz Navidad. Que nadie ignore la cruda realidad que vivimos por el hecho de estar en Navidad y muestre un gesto de empatía por los que siempre pierden, por los que ignoramos todo el año. Un gesto de bondad que es Navidad. Un gesto que perdure más allá de estos días festivos. Un gesto que invada los corazones y permanezca todo el año.
Me gustaría no adentrarme en reflexiones que en nada me benefician. Pero no puedo dejar caer en el vacío realidades de parabienes y porvenires para todos y todas que es posible nunca se cumplan. Pan y Justicia.
Me gustaría no adentrarme en reflexiones que en nada me benefician. Pero no puedo dejar caer en el vacío realidades de parabienes y porvenires para todos y todas que es posible nunca se cumplan. Pan y Justicia.
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