Los viejos trastos nunca mueren

Un ejercicio saludable para estas fechas es tirar al mar los viejos trastos que no sirven. Hablo del mar del olvido, no pretendo llenar el mar de más basura. Y entrar trasparente al nuevo año. Va en serio, ¿para qué trastos viejos? Se trata de usar y tirar. Sí, es un terreno fangoso, un camino de carros con pendientes resbaladizas, un tinglado sin vuelta atrás. Porque lo que fue y no es, tal vez mañana lo vuelva a ser. Pero hay que elegir porque la cabeza no está para alegrías. El nuevo año tiene que entrar libre de toda duda responsable. Como corresponde a una mujer de armas tomar. Una mujer actúa por impulsos del corazón. Pero no tiene claro si es preferible el dolor de la verdad al estrés que provoca la mentira. La vida es cruel cuando tienes que elegir como si fuera un programa de televisión. Un descuido, y tu vida se va al carajo. Y luego viene el llanto. Pero eso lo saben hasta los niños. Además, aunque quieras elegir(le) no tienes argumentos, base fundamentada, información, solo tienes corazón. Y quién se arriesga a romper con el pasado por un presentimiento de amor. Selecciona cuidadosa, no es fácil, pero tienes que decidir, intenta ser selectiva si tienes que elegir que trastos viejos e inútiles tienes que tirar al mar. Y preocúpate de ser simplemente una mujer de tu casa como se espera de ti. 

  

También puedes celebrar la vida, sonreír sin culpa y amar sin temer al dolor. Pero así solo empiezan los cuentos infantiles. Sea como fuere, a la María doy gracias por hacerte conocido, y a ti por permitirme acompañarte en tus viajes a través de la fantasía. En el fondo del mar del olvido nos encontraremos. Por cierto, el olvido es un mecanismo automático por el cual se evita la persistencia en la consciencia no solo de vivencias postraumáticas, también aquellas agradables, en especial las que son capaces de doblegar el ánimo hasta la destrucción del dolor. Los viejos trastos nunca mueren, ni el sentimiento que los mantiene.