domingo, 22 de diciembre de 2013

Como México no hay dos

"Tengo el alma de bohemio y mexicano, vagabundo y trovador. Para todos mi amistad llevo en la mano, soy así de corazón". Vicente Fernández.
   
Ayer, me he sentido arropado por la amiga que me extiende su corazón más allá de los mares cada madrugada. El asunto no es otro que la cosa está pasando por una crisis, refiriéndome a una de las muchas piedras que la vida nos pone en su camino.
  
Ayer estuve refugiado en mi mismo, en los buenos recuerdos y en un libro, y no tuve ni un minuto para responder a tus emergencias amigas. Perdóname. Ayer la soledad ordenó mi vida. 
  
Nos hacemos a la vida que nos viene de prestado y nos acostumbramos a ella como si fuera nuestra. Y no. No es nuestra para bien o para mal. Tampoco es para vivirla a nuestro antojo. Es para usarla y nada más. Algunas veces la enfermedad, otras un accidente o un descuido de la María. La vida no es eterna: nada es eterno. Pero no dejo de reconocer que en los años altos (casi una vida) es jodido que te la cambien porque sí. Por nada, quiero decir. Cuanto menos te deja la cara de quien va a pagar con una tarjeta de crédito sin crédito. Es una tristeza salir de casa y al volver darte cuenta que no has sabido administrar tu propia vida. La razón no es razón porque no hay razonamiento. 
  
No hay nada más común en esta vida que no tener vida. Es la crisis que extiende su manto indigente por toda la sociedad. Un indigente más. La lógica de lo irracional.
  
Oscar Wilde dijo: "Sólo hay una clase de personas que piensan más en el dinero que los ricos, y esos son los pobres". Y yo añado los pobres de corazón. Y hablo de amor no de dinero.
  
Y luego hay quien va por ahí diciendo maravillas de la Navidad... ¡Feliz Navidad!. (En Navidad los médicos también firman actas de defunción).

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