"Loco saltaría sobre el abismo de tu escote por enloquecer tu corazón culpable de mi sentimiento de culpa".
¿Qué hacer para no sentirnos culpables? No ser culpable es mi respuesta. Yo no tengo conciencia de haber echo algo mal en la vida. Ni siquiera que algo me haya salido mal. Soy casi como mi suegra (solo en Navidad me acuerdo de ella. Pobre).
La Dama que no me deja ir me explicó un día que el sentimiento de culpa es el peor castigo que se puedo dar a uno mismo. Ese sentimiento es auto-tortura, auto-destrucción, masoquismo del peor. ¡Vengan señores y señoras, que además es gratis!. Y no existe ningún beneficio al final del castigo, ni siquiera si prometemos que no lo volveremos a hacer.
Aunque parezca extraño, esa conducta por la que nos autocastigamos tiende a repetirse y todo el proceso se convierte en un fastidioso círculo vicioso, neurótico e inútil. Ante este problema es necesario tomar medidas. En primer lugar, hay que estar de acuerdo con nosotros mismos. Sabemos que la personalidad tiene varios aspectos, y lo sabemos porque no siempre tomamos decisiones con toda nuestra potencia en el mismo sentido. A veces hacemos lo que hacemos a disgusto porque no nos conviene, en estos casos nuestras actuaciones las haremos sin energía e iremos deprimidos, tristes, sin ánimo a ejecutar nuestra decisión. Si por el contrario decidimos obrar en el sentido de lo que nos conviene, aunque sea a sabiendas de que está mal porque le podamos hacer daño a alguien, ejecutemos la fechoría con entusiasmo. (No pienso sino el médico de esta mañana. ¡Qué mujer!).
Creo que me he explicado ¿verdad? La solución pasa por tomar las decisiones en función de lo que más nos convenga sin pensar en los demás y buscar el aspecto más ventajoso de la decisión sin dañarnos a nosotros mismos, naturalmente, pero ¡ojo!, que estas decisiones no estén reñidas con nuestra moral. Dicho así suena fácil, sin embargo, no siempre tenemos tanta suerte y a veces es necesario hacer cosas buenas por los demás aunque no nos guste. En estos casos, es necesario recompensarnos con algo que sí nos guste a cambio del sacrificio.
La solución mágica en estos casos pasa por estar de acuerdo con uno mismo y tener claro que de lo que se debe hacer a lo que se haga, en tanto nos beneficie, es no sentirnos culpables. ¡Qué sentimiento de culpa!.
¿Qué hacer para no sentirnos culpables? No ser culpable es mi respuesta. Yo no tengo conciencia de haber echo algo mal en la vida. Ni siquiera que algo me haya salido mal. Soy casi como mi suegra (solo en Navidad me acuerdo de ella. Pobre).
La Dama que no me deja ir me explicó un día que el sentimiento de culpa es el peor castigo que se puedo dar a uno mismo. Ese sentimiento es auto-tortura, auto-destrucción, masoquismo del peor. ¡Vengan señores y señoras, que además es gratis!. Y no existe ningún beneficio al final del castigo, ni siquiera si prometemos que no lo volveremos a hacer.
Aunque parezca extraño, esa conducta por la que nos autocastigamos tiende a repetirse y todo el proceso se convierte en un fastidioso círculo vicioso, neurótico e inútil. Ante este problema es necesario tomar medidas. En primer lugar, hay que estar de acuerdo con nosotros mismos. Sabemos que la personalidad tiene varios aspectos, y lo sabemos porque no siempre tomamos decisiones con toda nuestra potencia en el mismo sentido. A veces hacemos lo que hacemos a disgusto porque no nos conviene, en estos casos nuestras actuaciones las haremos sin energía e iremos deprimidos, tristes, sin ánimo a ejecutar nuestra decisión. Si por el contrario decidimos obrar en el sentido de lo que nos conviene, aunque sea a sabiendas de que está mal porque le podamos hacer daño a alguien, ejecutemos la fechoría con entusiasmo. (No pienso sino el médico de esta mañana. ¡Qué mujer!).
Creo que me he explicado ¿verdad? La solución pasa por tomar las decisiones en función de lo que más nos convenga sin pensar en los demás y buscar el aspecto más ventajoso de la decisión sin dañarnos a nosotros mismos, naturalmente, pero ¡ojo!, que estas decisiones no estén reñidas con nuestra moral. Dicho así suena fácil, sin embargo, no siempre tenemos tanta suerte y a veces es necesario hacer cosas buenas por los demás aunque no nos guste. En estos casos, es necesario recompensarnos con algo que sí nos guste a cambio del sacrificio.
La solución mágica en estos casos pasa por estar de acuerdo con uno mismo y tener claro que de lo que se debe hacer a lo que se haga, en tanto nos beneficie, es no sentirnos culpables. ¡Qué sentimiento de culpa!.
Sentirse culpable, hoy no me siento culpable de nada ni siquiera de amar a quien no debo.
ResponderEliminarHoy voy bien,
En los años altos se nos permite casi todo. Y si hablamos de amor todo. Beso.
ResponderEliminarSalud.
Entonces habra que hablar de amor.
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