Daños propios y ajenos

Qué triste ver por las esquinas rotas a personas vender sus cuerpos. Son hombres y mujeres que tal vez no tienen ni esperanza. (No sé). Habrá casos y casos. Pero qué triste de morir (aún más) es tener que alquilar sentimientos para agradar al corazón de otra persona... ¿No? Solo aquello que nace en el alma y provoca en cada cual el bendito amor se computa después de la muerte... Solo el bendito amor trasciende. Todo lo demás es basura que no vale siquiera para reciclar. Y si además, con todo lo dicho, ese sentimiento es para agradar o simple agradecimiento... ¡Joder, dona!, es mejor morir de hambre a comer en esa bandeja, aunque fuera de oro.

  

Es tiempo de decidir cómo queremos vivir; es tiempo para recordar viejas lecciones de vida. Lo aprendido para qué sirve si no es para mejorar, por muy turbulenta que haya sido la experiencia, se trata de vivir la vida que nos queda. Mucha o poca. Vivir es lo que importa. Vivir sintiendo la vida pasar. Replanteemos la vida de otra manera. (Tampoco sé). Quizá sea demasiado exigente o todo lo contrario. Pero estaría bien deshacer esquemas y cambiar el organigrama o rehacerlo. Y lanzarse cada mañana a la nueva vida sin reparar en daños... Daños propios y ajenos. 

  

Es escribir sin pensar, porque no tengo claro que los daños colaterales nos impidan ser nosotros mismos después de una vida... Toda una vida... Toda, estaría contigo, no me importa en qué forma ni cómo ni cuándo pero junto a ti... como el bolero.