lunes, 17 de octubre de 2011

El bar de los fracasos

En un tiempo reciente, una palabra cargada de valentía y decoro, apaciguaba los sentimientos de una dama que nunca se conformaba. A veces, casi vencida en sus adentros se reponía serena y nunca resignada. (Valiente dama; enamorada dama en su poesía).

El amor:
Consideraba que en el amor no triunfa quien intransigente huye del romanticismo de la palabra que expresa un profundo sentimiento. Aunque no es fácil mantener este esquema, porque los despertares sombríos enturbian la mente; ella veía la claridad de los rayos del sol a través de una esperanza que renovaba cada día.

El poeta:
El amor atropellado por los encantos de un verso y la magnanimidad de su mansedumbre... Y el fuego de la hoguera se propagó y diezmó sin piedad sus pensamientos que eran sus deseos aún indemnes. Y no, el fuego no se detuvo y sus candentes llamaradas llegaron hasta el alma donde anidaba una madrugada con sabor a cama recién hecha.

Ella:
Entonces, respiró profundamente el rocío de la mañana, y mientras escucha los estertores de los moribundos derrotados en el bar de los fracasos, pensó que la palabra por decir era para ayer, que ya hoy era tarde, pero que a fin de cuentas, más vale tarde que nunca.

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