Podía dirigir esta carta a las autoridades, pero he decidido enviárosla a vosotros, hermanas y hermanos de este pueblo. Quizás esta carta nunca la lleguéis a recibir por las dificultades que encierran las comunicaciones entre nosotros, pero he de intentarlo porque necesito ayuda urgente. Antes de contaros la desgraciada situación en la que me encuentro, quiero deciros cuan agradecida me siento por haberle conocido. Desde que nací no he conocido a nadie tan cariñoso y que se portara tan condescendiente conmigo; puedo deciros que nunca me falló, que tuvo especial consideración conmigo y siempre me ha tratado por un igual. Mantuvimos una relación hasta ahora que no cambiaría por nada. Lo que os cuento es la verdad. Ha respetado las leyes de la convivencia y ha jugado de acuerdo a las reglas que la amistad obliga; ha sido mi mejor amigo. Y estoy segura que me ha ofrecido lo mejor de sí mismo, como yo que también me he entregado a él con el mismo cariño y respeto. Dicho esto, os contaré el pero, el motivo de esta carta. El caso es que lleva un tiempo que me tiene confundida, no es el mismo, no es el amigo sentido que conocí hace doce años, el que me acogió en su casa y me presentó a su familia para que me trataran como una más. Y lo hicieron, vaya que si lo hicieron. Por eso ahora que veo cómo ha cambiado su manera de pensar y obrar; cuando veo cómo ha reformado nuestras normas de convivencia haciéndolas cada día más insostenibles, no comprendo nada. No entiendo cómo se puede decir, como hoy le dijo a un vecino, cuando fuimos a pasear y lo encontramos en su huerto, que mi presencia en su casa era amenazante. Incluso le dijo que era una ilegal, que me había encontrado deambulando perdida por el campo y que le di lástima. No os podéis imaginar cómo me dolió. Y no solo ha dicho eso, también me culpó de ser la causa principal de todos sus males. ¿De qué males seré culpable? Me acusa sin fundamento, dice que no puede tomar café con los amigos en el bar porque tiene que pasear conmigo. Que caprichosamente se tiene que levantar de la siesta para acompañarme sin importarme si está durmiendo o no. Que soy un mal ejemplo para la familia por estar todo el día durmiendo, y además dice que ronco. ¡Calumnias!. Dice que no le respeto, hasta se atrevió a decir, en un momento de ira, que estaba valorando llevarme a la perrera municipal. Creerme, nada de lo que dice es cierto, él sabe que me ha dado cobijo en su vida porque me necesita tanto como yo a él. ¡Cuánta injusticia y cuánto dolor!. También quiero decir que no me paso el día durmiendo, y que no ronco, que trabajo en tareas importantes, como vigilar su casa cuando están fuera, de jardinera abonando y regando el césped de su jardín, y lo más importante, aunque ahora parece no darle importancia, como enfermera a pie de cama sin moverme hasta que se recupera de alguna de sus ausencias. Y mucho más, y todo por amor. No lo puedo creer, pero se ha vuelto egoísta y orgulloso. Y ese egoísmo y ese orgullo que ha inflado conscientemente no le permiten ver más allá de su propia ofuscación. ¿Qué le está pasando? ¿Se habrá cansado de mí? Cómo puede ser que después de tantos años de convivencia feliz ahora, y sin motivo alguno, me trate con tanto desprecio. Siento que lo estoy perdiendo y temo lo peor. Por eso os escribo, para pediros que me ayudéis a hacerle entrar en razón. Quiero que hagáis por verlo y que le digáis que no me acuse con mentiras ni me condene ante nadie sin antes meditar sobre lo que dice, que no diga por decir, que no me calumnie porque no tiene razón. Por favor, decirle que no me lleve a la perrera municipal, que no me abandone. Si le veis decirle que lo quiero con todo mi corazón. Se llama Emilio y no podría vivir sin él.
Carinyet. (Cocker Spaniel Inglés).
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