Estoy confundido, me siento desautorizado. La vida en la que siempre creí con todos sus valores me ha dado la espalda. No me hace caso. (Digo vida y digo ordenador, que no me salía). Esto es el caos, es la guerra. Esto es una tomadura de pelo o un afán por aparentar. Aún en los tiempos altos que corro tengo que ajustar al máximo mi salud mental para enfrentarme a todo aquello que me rodea, que me influye y sobre todo que no puedo cambiar. No es un hablar por no callar, no es pasado ni presente, o futuro, es mi viejo ordenador que me ordena, y es mi mente inestable. La imaginación me ha abandonado y reconocerme me ha desconcertado. Por eso necesito cantar mi realidad con sonidos que no tengan nada que ver con los boleros de siempre y menos con la realidad de los demás. (Quizá la verdadera realidad, esa que beneficia a una minoría que ignora la voluntad de la mayoría). Mi realidad ya no surge de mi mente y no la acepto. Clamo poner fin a esta incertidumbre que poco a poco se va convirtiendo en un dolor de cabeza. Un dolor de cabeza que según pasa el tiempo es un dolor de cabeza global. Ya todo es global, hasta mi dolor de cabeza. Mi vida se convierte en un inmenso dolor de cabeza sin opciones. Desde hoy, no puedo sino, asumir que es imprescindible abrirme paso a partir de una actitud revolucionaria, pero sin transformación ni aprendizaje, sin una meta posible para alcanzar un objetivo. Haré de mi vida una existencia más allá de mi dolor de cabeza y de un viejo ordenador que me ordena. (No sé a qué espera Pedro Almodóvar para hacer una película de mi vida).
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