domingo, 16 de octubre de 2011

¡Viva el fúrbol!

Existe un lugar en el mundo donde el absurdo es un campo de fútbol donde cuerpos sonámbulos deambulan sin rumbo ninguneados por el viento de una tempestad que  confunde y crea mitos, además de amnesia. Es un lugar en el mundo donde a las cinco de la tarde desaparecen todos los problemas, o casi todos, que queda uno, el del pito. El del pito es un problema y no. Porque un día tienen que hacérselo tragar. Que si no fuera por él y sus errores... Una tarde de fútbol es una maravilla de tarde. Se escuchan voces o gritos, los mismos todos los domingos. Como si la RAE se le hubiera olvidado actualizar el diccionario. Pero incautos y peregrinos de su existencia, no saben que a las siete de la tarde el mundo del que vinieron precisa de inmediato su presencia. Y entonces, han de volver a sus  precarias capacidades. Las fantasías vocingleras que convocan rituales manipulados y envueltos en el manto del sofisma aún retuercen las meninges como si les fuera la vida en ello, pero la hora es la hora: las siete. (La sordera a la virtud derrota, aunque haga una llamada valiente que unos oyen y pocos escuchan).

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