jueves, 27 de octubre de 2011

Altruismo

Nada hemos cambiado, seguimos inclinados en pos de las apariencias. Y eso que hablo de altruismo. Nos reverenciamos, nos estimamos mucho más de lo que valimos. No hacemos pero deshacemos. Nos entusiasma salir en la foto más que el trabajo desinteresado. Al humano ser le apasiona figurar hasta en la sopa. Así es, nos injertemos unos a otros y no es por el bien común, sino por el poder del dominio que suele ser más para uno. Coleccionistas de medallas. Gente que baila hasta sin ganas. Se utiliza el poder como cómplice altanero buscando dominar y aferrarse a una situación imaginaria sin límites. Desde luego, no se puede cultivar el altruismo sin respeto. Por desgracia, el algo por nada no alcanza a todos. En parte esto sucede por convivir con una serie de déficit humanos como es la empatía, o la insuficiente transparencia y rendición de cuentas dinerarias de los asuntos altruistas. En cuanto a los coleccionistas de medallas, incapaces de invertir en humanidad, cuando les llegue la hora de rendir cuentas en los años altos de su vida se encontrarán inmersos en una de las crisis mayores, lo que subraya, asimismo, es una falta de solidaridad y bastante complicidad vergonzosa entre lo que se hizo mal y lo que se dejó de hacer por el bien común. El poder político tiene mucho que ver y decir, pero solo genera confianzas, eso es lo peor de todo. También en las buenas formas está, pues, la virtud del altruismo. La humanidad sigue estando en riesgo, en parte por la falta de moralidad que supone el derrumbe de los valores humanos. (La peor crisis que afronta nuestra sociedad no es la económica como muchos pudieran pensar, sino la crisis de valores humanos que la afecta a todos los niveles).

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