sábado, 15 de octubre de 2011

La sutileza del silencio

Si alguien conoce a una mujer y su sonrisa pregúntenle cómo le va, y a qué se dedica ahora. Si alguien ve a una mujer algo despistada corriendo como si la persiguiera un futuro que no acaba de convencerla... Si alguien la sabe de ella que la salude de mi parte, por favor. Si alguien sabe algo, lo que sea, de una mujer y sus aspiraciones en la vida díganle de mi parte que no todo está perdido, que aún hay quien sueña con ella, que la quiere. Si conoce, que también, quién o quiénes han acallado su voz háganle saber que no permitan que le hagan eso, que rompa su silencio, que no se conforme, por favor. Si alguien pudiera explicarle a esa mujer la sutileza del silencio, háganlo, por favor. Y si alguien, por un aquel, viera su fotografía en la necrológica de un periódico de tirada comarcar, de esos que anuncian las noticias intrascendentes, pónganle una rosa roja encima de su féretro y, en mi nombre, denle el pésame y disculpen mi ausencia. Ese día estaré de cuerpo presente en otro lugar y con otras gentes. Solo díganle otras gentes, ella sabrá. (De ser cierto lo que uno sospecha, quedaría demostrado que la santa poesía ha perdido la capacidad de expresar los sentimientos del corazón, y peor aún, que unos ojos decidores han enmudecido).

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