Tengo fe en la democracia. Por eso, quien gane las próximas elecciones (importa quien las gane, que sí... no quiero tirar por ahí, pero importa) tiene que incentivar un pensamiento en la ciudadanía diferente, es tiempo de cambios. Porque esta tristeza que nos embarga no puede seguir. Si sigue yo me apeo. Este sábado, mi esposa y yo salimos a cenar con unos amigos, y la tristeza me pudo. Y no, en este plan no podemos seguir. Nos tenemos que dar cuenta que la vida es corta y el sufrimiento es largo; por lo que no vale la pena llorar por lo que no se pudo hacer y estar preocupado por lo que no ha llegado todavía. Hay que reír sino cantar, aunque sean tiempos difíciles. No podemos darle cabida en el alma a esta realidad que convierte nuestra existencia en un cuestionarse permanentemente ante las distintas experiencias negativas. Es difícil, pero no imposible, además es necesario. Está en juego nuestra salud mental. Sé lo que digo, yo de esto entiendo: va en serio. Sabemos lo que cuesta vivir, sabemos que no será fácil, pero es un reto que tenemos que asumir. Es un aprendizaje necesario. La vida está en juego. No es un chiste. Temores, dudas, desconfianzas, ¡basta ya!. Decisión de futuro. La vida pone a nuestro alcance herramientas que nos ayudarán a encontrar sentido a las cosas que merecen la pena. Que igual no son las que queremos en un principio ¿? pero sí las que nos podemos permitir... Porque tenemos que saber que es posible que nunca alcancemos todo lo deseado. Quizá, por qué no, sea el camino necesario que nos hará catalogar y pensar que la vida se nos va de las manos, no porque sea necesariamente así, sino más bien porque las circunstancias definen la existencia. Seremos lo que logremos ser por méritos propios. Ya nos vale de cantar miserias. Si no de diplomado, de dependiente, de alfarero... y yo qué sé. Si no volver a las facultades a las escuelas de oficios, al campo... Algo tenemos que hacer. No nos dejemos vencer por las circunstancias. No nos dejemos morir por inanición. La vida es una lucha constante. Ah, y esto lo sé de fijo, esta es tan generación perdida como la mía... y las de después, y las anteriores. No nos dejemos engañar. Y qué si al vivir aprendemos a vivir en sociedad. Hagamos ese esfuerzo, merece la pena.
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