"Por el bulevar de los sueños rotos, pasan de largo los terremotos, y hay un tequila por cada duda...". Canta el Sabina.
¡No pierdan las esperanzas!. Es el lema de los políticos que se presentan a las próximas elecciones. Ellos saben que votemos a quien votemos, nos quedemos en casa o no, se cubrirán los 350 escaños. Sin embargo, con la cara de la humildad sin demostrar, se desacreditan unos a otros por conveniencia de los señores dueños de los partidos políticos por el asunto ese de mandar unos y los otros no. Para zaherir a los que pierdan sin compasión. País fallido desde que fracasó la honradez. Desde que sucumbió de manera definitiva el respeto por el pueblo, el estado del bienestar, consecuencia fundamental de mi frustración. Sin embargo, nos dicen que no perdamos las esperanzas, y aunque sabemos de fijo que son fines electorales y no un aliento para alcanzar un mañana mejor, y a pesar de los pesares y otros desvelos, no nos damos por vencidos y la mayoría iremos a votar. Convendría que la ciudadanía asumiera sus responsabilidades pero a mí, y la María me perdone, ya me es indiferente. No tengo la menor duda que partir de ese infausto día, la indiferencia y el olvido estará latente en los procederes de sus señorías, o ausente sin piedad jugando a los comecocos. (Copio): "La Mesa de la Diputación Permanente del Congreso ha aceptado por unanimidad el contrato que permitirá a los diputados de la próxima legislatura disfrutar de una tableta iPad en vez de un ordenador portátil. La tableta de Apple que disfrutarán los miembros del congreso se unirá a un teléfono personal iPhone y una línea ADSL en sus casas. La decisión se justifica por la necesidad de adaptarse a los avances tecnológicos y para una mayor comodidad de los diputados". (Efe). Sus señorías, farsantes de la política, nunca asumirán sus responsabilidades, se inhibirán y no respetarán los compromisos que juraron o prometieron. Compromisos que son las verdaderas necesidades de un pueblo pobre, casi indigente, con 5 millones de parados. San Agustín dijo: ''Mejor es el hombre humilde que sirve a Dios que el que hace milagros''. El hombre humilde ve cualidades en los otros y reconoce sus limitaciones, no hay envidia en él ni rivalidad, no hay soberbia (vanidades). El hombre humilde asume y atiende los compromisos adquiridos con honradez, y no pretende ser admirado ni aplaudido por ello. El hombre humilde, si hablamos de política, simplemente no existe. (Tristemente ido antes de lo que yo mismo hubiera querido, ay. Y la psiquiatra nueva del viernes, por cierto, muy estupenda ella... ¿Qué habrá sido de la otra? ¡Qué extraño!).
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