sábado, 8 de octubre de 2011

A una dama de caricias sin palabras

Hoy es uno de esos días hechos a la medida de un libro.
Un libro de poesía.
Y de una mujer que me ame y amarla.
(Hoy quiero destinar el día a contemplar tu risa y tu mirada).

En un sábado de ausencias me siguen llegando los problemas; son noticias de gastos insostenibles para la sanidad y otras reformas que no pueden esperar.

Entonces,
ante mis pretensiones de leer un libro de poesía y amar a quien me ame
pierdo el entusiasmo como una mariposa pierde la vida en otoño;
o sea:
si quien me ame recuperase mi entusiasmo perdido, daría la vida porque fuera primavera.

Sin norte y sin camino, apagado de fe, en medio de este sinsentido no me veo leyendo un libro de poesía y amando a quien me ame mientras se muere todo lo demás.

A una dama de caricias sin palabras, a una mujer de cuarenta y algunos, me gustaría cantarle una canción. ¿Tendré que conformarme con menos? El amor, en los años altos de la vida es un corazón vencido en las solitarias noches sin estrellas. (¿Me seguirás amando? Ya no estaré... ¿Me pensarás? Será mi consuelo).

Hoy, tendré que quedarme con la verdad sin fisuras, con la sentencia sin oposición: los pueblos no solo tienen los gobiernos que merecen, sino que, además, solo pueden ser tan democráticos como lo son sus ciudadanos.

2 comentarios: