Me gusta escribir al límite de la realidad que llena el día, de lo concreto sin miedo, de lo abstracto sin saber. Me gusta escribir de la vida a mi manera.
En pleno mes de octubre, a dos pasos de las elecciones generales y a uno de morir por el amor de una lista (octubre es el mes de las listas, los once restantes el de los decretos) uno desea que todo acabe pronto, y luego, todos a una, comiencen a trabajar por una sociedad que solo quiere trabajar y que no le recorten más su estado de bienestar.
"El enigma de la lluvia es esparcir menudas gotas de agua e impregnar de esperanza una rosa en la margen derecha del río". No la entendí, y después de explicármelo, pensé: ¡Trágame tierra!.
Octubre es el mes donde la sublime serenidad del universo vierte su encanto en los sentimientos de aquellos cuyos principios están acorde con la invisible sutileza de la belleza en cualquiera de sus manifestaciones. El otoño siempre será poesía como el arquetipo prístino que brota en el laberinto del tiempo y se plasma en la materia cronológica de lo cotidiano. Promesa de amor. Palabras que brotan del manantial de la vida bajo un excelso de sensibilidades místicas que se mezclan con las aguas de un mar profundo. Sirva la analogía para colocar a cada cual en su sitio. Pureza de discurso: el poder de la palabra y su melodía acariciando la piel de una dama baldía de fundamento. Una dama malogrando su tiempo no se da cuenta que su piel pierde su tersura. La piel se arruga al paso del tiempo en su perseverancia. La expresión sublime de una sonrisa y su mirada. (Con la sutileza de un poema nadie se escapa a la atracción predispuesta de un mensaje que se expande en la inconsciencia mágica de un sentimiento de amor).
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