Ayer estuve de compras (poca cosa) y me sorprendió un aguacero terrible. En esta zona del país llueve poco pero cuando llueve llueve (presiento que mi musa sigue de vacaciones). Después de coger una buena mojadura y no antes (así yo), me fui caminando sin saber adónde; entonces recordé que en una calle cercana vivía una amiga de antes. Y pensé llamar a su puerta. Amiga del alma. Pero mi mente procesa lento, así que seguí caminando y calándome hasta los huesos (de pena). Seguía lloviendo y yo paseando, y no es que me importara que la gente me mirase de una manera que prefiero no interpretar, era que dudaba llamar a su puerta. Temía que después de tanto tiempo no me abriese su puerta, o de abrírmela me diese con ella en las narices. Una amiga como ella, amiga del alma, eso sí, pero de armas tomar, nunca se sabe cómo va a responder ante la llamada de alguien que no es el cartero o a quien espera quizá. Y no es que no tuviera donde guarecerme de la lluvia, ni otras puertas que tocar, porque yo soy una persona estupenda y si de amigas hablo... En fin, para qué disimular, llamé y mis dudas se disiparon al aparecer ante mis ojos la amiga del alma como siempre. Quiero decir que era tal cual como la recordaba. Una verdadera dama que es muchísimo más que una mujer. Y apacible, me sonrió como si no hubiera pasado nada, ni los años. Pero sí hubo un silencio que se podía masticar. (En ese silencio di gracias a Dios).
-Hola, cómo estás.
-Estoy bien. El caso es que yo solo pasaba por aquí...
-Como Aute, ¿verdad?
-No entiendo...
-Es igual.
Me invitó a pasar y me dio una toalla sin dejar de sonreír (bendita sonrisa la suya) y a ciegas, que ni ayer después de tantos años fue capaz de levantar la mirada del suelo. Aún no sé de qué color tiene los ojos. Aunque su mirada sigue clavada en mi alma.
-Te haré café para que entres en calor.
-Vale.
Y mientras hacía el café tuve tiempo a reflexionar: El agua es un don de la naturaleza, líquido elemento; donde hay agua hay vida. El agua moja la tierra igual que los cuerpos, lo empapa todo y hace germinar las semillas provocando el nacimiento de sus frutos en un proceso natural desarrollando desde el silencio el milagro de la vida. Tal que un amor: Un milagro que sucede cuando dos almas gemelas se juntan y el agua sigue su curso natural.
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