Un solo corazón para tres fatigas

Me encantaría ser políticamente correcto como cuando era joven, más que por mí, por mi esposa y por mis hijas para evitar que ciertas relaciones se fueran al garete. No es por mí que apenas tengo que perder, es por ellas. Pero todo tiene un límite, que no hablamos de amor sino de mitigar las fatigas. A mediados de noviembre las noticias son del todo desalentadoras para un año económicamente catastrófico. Bien haría el gobierno en contentar a las clases más humildes de la sociedad y no a los poderosos de Europa.

 

Si tenemos la renta per cápita de 1.999, y no podemos volver al pasado, además, la Ley cuántica nos dice que volver al pasado no modifica el presente, ¿quiere eso decir que nos tenemos que morir? Quien pueda que guarde el frío para el verano que no encendemos la calefacción, y al pan que no se le escape una migaja. Hasta ahora, todo esto se contabilizaba en el apartado de lo superfluo, y ahora es un lujo con otros productos de primera necesidad.
  
Dicen que para saber la verdad uno tiene que hablar y el otro callar, pero estamos hartos de que siempre hablen los mismos y callen los demás que son la mayoría. Que no nos canten milongas que los meses siguen teniendo treinta días y no llegamos más allá del veinte sin ayuda familiar.

 

Un extraño maleficio da una interpretación equivocada de la realidad a los señores dueños de los partidos políticos... ¿Nos quieren comparar con Europa o África, con Alemania o Haití? Que nos lo digan. Todo tiene un límite, y creo que ya lo hemos sobrepasado con creces. A un gobierno hay que darle cien día para demostrar su valía, y el PP, mañana hará dos años que nos entregó al enemigo, al imperialismo económico. Sin duda estamos jodidos. La pregunta es hasta cuándo.