lunes, 25 de noviembre de 2013

Una hija, una madre, y un padre malcriado

-Sinceramente, papi, prefiero que sea la mamá la que me de la comida; aunque mejorases en tus maneras, no soporto que no aciertes a llevarme la cuchara a la boca. No sé qué pensará la medicina moderna sobre la ingestión de comida por las orejas o si ya hay consenso respecto a las ventajas de comer por la nariz, pero al margen de lo que opinen, prefiero comer por la boca, en definitiva: quiero que la mamá me de la comida. Ella sabe. Te lo digo aunque sé que no me escuchas.
-Perdona, no es que no te escuche, ¿sabes la edad que tienes? Te parece bonito que sigas en casa, y además, tener que darte la comer, ¡por favor!, emanciparse es una opción, ¡vete ya de casa y déjanos vivir en paz a tu madre y a mí!.
-No me quieres.
-No te quiero.
-Es tu obligación quererme. Y mientras siga en esta casa no pienso irme...
-Cómo es posible que le eches tanto morro. ¿No piensas irte de casa nunca y tener vida propia?
-No, así me enseñaste...
-¿Qué yo te enseñé? ¿A qué te enseñé? ¿A vivir a mi costa? Te voy a decir algo con la cara de los entierros: trabajas o te pongo las maletas a la puerta. Y no me hables de los seis millones de parados.
-Pues te denuncio a La Guardia Civil.
-¿Que me denuncias? ¡Mátame camión!. Hablo en serio: te doy un mes para que busques trabajo y te vayas de casa. Ah, y desde hoy comerás sola, o comes tú sola o pasas hambre.
-¿Es tu última palabra?
-¿Qué quieres decir?
-Te recuerdo que la venganza se sirve en plato frío. No creas que me voy a quedar cruzada de brazos mientras me maltratas...
-¿Consideras que pedirte que trabajes a tu edad es maltrato? Desde que naciste y te acomodé en mi regazo sigues en él. ¡Ya te vale!.
  
Y en esto llegó el comandante y mandó a parar... ¡Se acabó la diversión!.
 
-¿Qué ocurre aquí?
-Que no aguanto más el morro que tu hija le echa a la vida. Dice que no tiene pensado irse nunca de casa y menos trabajar.
-¡Pobre, mi niña!, déjala vivir como quiera, y mientras podamos ayudarla para qué va a trabajar...
-Estás muy equivocada, es necesario que sepa que en la vida nada es gratis, hay que trabajar, plantearse metas, cumplir objetivos, no es abrir el cajón y coger ropa limpia, pedir dinero y, sobre todo, sentarse a la mesa y que le llevemos la cuchara a la boca.
 
-Escucha, papi, vamos a dejar las cosas claras, no pienso trabajar ni irme de casa. Tómalo como quieras. Llevo toda la vida siendo pensionista y no me apetece nada trabajar, además, no creo que vaya a mejorar mi vida, así vivo bien y así seguiré. Tampoco quiero ser insolidaria y quitarle un puesto de trabajo a quien lo necesite.
-¡Tendrá morro!.
 
-En eso tiene razón, al estar a tu cargo también es pensionista, sino mira que su tarjeta SIP pone PN.
-Esto es una locura. Opinas como ella. Pues bien, que sepáis que no pienso pasar por esto. Aviso, o se pone a trabajar o la echo de casa, y si pretendes impedirlo te vas con ella.
-¡Ay, qué guapo te pones cuando te enfadas!.
-Estoy hablando en serio.
 
-No voy a discutir más contigo, y menos intentar que cambies de opinión; jamás tu opinión será tan grande como la visión que yo tengo de las cosas. Y también estoy hablando en serio. Como sabes tengo mala vista, sin embargo, tú siempre hablas de mi gran visión de las cosas, así que tu opinión sobre este tema no importa, es más, no vale la pena ni que esperes un mes para tomar ninguna decisión, puedes irte ya mismo, ya sabes donde viva tu madre, ella seguro te recibirá con los brazos abiertos, además, no le importará llevarte la cucharita a la boca como cuando te conocí, y recuerda que tenías bastantes más años que tu hija. En el fondo creo son celos. Pero eso ya no importa. Ah, y no se te ocurra cambiar la pensión de banco. Te vas como viniste, una mano delante y otra detrás.
-Vamos, mi niña, es la hora de cenar, siéntate a la mesa que te tengo preparado un pollo al horno como a ti te gusta, ponte el babero que yo te lo llevaré a la boca y no a las orejas o a la nariz como alguno...

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