domingo, 17 de noviembre de 2013

Pensar

Mi esposa me dice que piense, que de un tiempo a esta parte no entiendo lo que me dice, que estoy atolondrado o quizá perdiendo la cabeza. Y yo le respondo que no hay nadie en el pueblo, desde que dona murió, que piense más que yo. Tal vez no reflexiono pero pienso. Pienso en ella, en mis hijas, en dona -evidente-, en mi vecindad, en la sociedad. Pienso en mi pobre país. Mi esposa está equivocada aunque no me atreva a llevarle la contraria. Pienso, y mucho, con la mente perdida entre todas mis desavenencias.
 
El asunto está claro: el país ha perdido las riendas de su destino por no entender que primero fue Dios y después el hombre que, como bien se sabe, solo es Dios cuando ama y es amado. Dios es el pueblo... o por lo menos su fe. Y luego está el país de Rajoy echado a perder.
 
Hablo de definir prioridades. De un irresponsable gobierno, de inexistentes partidos políticos, de empresarios empeñados exclusivamente en su cuenta de resultados, de gobiernos autónomos subsidiados hasta el origen de la corrupción. Y hablo de una ciudadanía insegura que olvidará quién es quién en las próximas elecciones. ¿Quién dijo aquello de que un buen político es aquél que trabaja para las futuras generaciones y no para las próximas elecciones? No recuerdo. Pero es cierto, en política se hace lo que conviene. Aunque la afirmación lleva Inherente la pregunta: ¿conviene a quién?

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