viernes, 8 de noviembre de 2013

El sutil suspiro para vivir otro día

Cristel, la niña de mis ojos, llegó a casa llorando. Así vamos como el azahar que se marchita cada día que pasa fuera del entorno que le da la vida, ¡joder, dona, cómo duele mi niña llorando!. Y deja un espacio abierto vacío de esperanza a la espera de unos oídos y unas palabras que convenzan. Corren malos tiempos para la vida laboral de mi niña que se le eterniza el tiempo. Se queda paralizada porque vive enjaulada como el pájaro cantor de la canción. Indudablemente es una mala noticia. ¿Pero hay quien puede hacer? Ahora priman las respuestas que debieran conducir a las preguntas. Ya no valen las indecisiones. De no moverse urgente, al menos que haya lecciones de vida que aprender. Para aprender nunca es tarde.
   
Hay quien había puesto en noviembre una sábana blanca de esperanza, pero esa sábana blanca ya solo sirve para secar lágrimas para vivir el día. Y luego aparece el horizonte y se tiñe de rojo puñal el cielo con silencios vestidos de apariencias. Al momento compruebo que nada es lo que parece. Sopeso en mi mente lo positivo que hubiera sido una decisión que no fue. Pero si no fue no fue. Hasta hoy la tomé como posible, pero mi niña llegó llorando y la intranquilidad que me asediaba a la vez me robó la poca esperanza que me quedaba. Y hora me pregunto: ¿mejor hubiera callado y así podría ser libre con todas las consecuencias? (Vendería mi alma al diablo por mi niña).

2 comentarios:

  1. Lo que no haría un padre por su hija... por sus hijos.

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  2. Una gran reflexión. Es ese día a día el que acaba con muchas ilusiones...

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