martes, 12 de noviembre de 2013

Los polos opuestos se atraen

Considero que las mujeres son las criaturas más encantadoras que hay sobre la capa de la Tierra y sin ellas, la vida al menos sería aburrida y triste. Sin embargo, la convivencia diaria con una mujer es más que un tormento. Demandan un nivel de paciencia y tolerancia realmente excepcional. En los años altos de mi vida creo estar en condiciones de describir algunas de las particulares extravagancias de mi esposa, a la que puedo predecir y amar, pero nunca entender. Por ejemplo:
 
El asunto no iba a ser fácil cuando nos propusimos adornar el jardín de nuestra casa. En el rincón donde yo quería poner la caseta de dona, sembró una mata de hierba rodeada con piedras planas que se extienden hasta donde había previsto plantar los jazmines. El caso es que nuestro jardín es un caos, y aunque solo fuera por dona, que duerme en el garaje, no quisiera dejarlo como está... En él conviven en promiscua vecindad no solo los arbustos y otras malas hierbas, sino una parra muerta más que agonizante. Por el tema del jardín llevo semanas sin dormir
 
Pero no solo es por el jardín, el reloj que mi madre me regaló: una verdadera joya familiar, no me deja ponerlo. -¡Que no se te ocurra ponerte esa baratija!, me grita. Y me amenaza diciendo que si me atrevo a ponerlo me envía con ella (y está muerta: mi madre). Entro en pánico cuando se acerca a menos de diez metros si veo el siroco reflejado en su mirada.
 
Y ahora hablo de la alimentación: en nuestra casa el pescado nunca entró, ni las verduras; solo carne, es carnívora, carne variada, pero carne. No le valen consejos nutricionistas de dietas variadas y equilibradas. -¡Qué saben esos!, me grita.
 
Cuando vamos a un restaurante, a mi me gusta conversar con tranquilidad, tomar con calma un buen vino, experimentar con nuevos platos. Y al más estilo romántico y picaresco quitarme los zapatos y acariciar sus piernas con mis pies por debajo de la mesa. -¡A un restaurante yo no voy a hacer el ridículo!, me grita.
 
No entiende de sutilezas. Si está diciendo algo que considero inconveniente y trato de advertirla disimuladamente con algún ademán o mueca, reacciona delante de todo el mundo de manera inverosímil: -¿qué te pasa? ¿Por qué pones esa cara de estúpido? me grita. Me dan ganas de meterme debajo de la mesa a llorar y llorar.
 
De paseo por Les Seniaes, no. De tiendas por Valencia, sí. Y de sexo ni hablamos.
 
Es rigurosamente cierto que los polos opuestos se atraen. (Al menos uno).

2 comentarios:

  1. Este post seria muy jocoso sino es porque reír seria a costa de ti.


    ¿En serio haces eso de acariciar las piernas por debajo de la mesa?

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